42 ríos secos y el lago cocibolca consumiéndose por la
sequía, es el pavoroso panorama con el que estamos lidiando en estos tiempos en
Nicaragua.
Me dio tanta tristeza y nostalgia ver como el lago cocibolca
se retiró unos 300 metros de sus costas. Siento nostalgia de aquel 24 de
diciembre cuando llegue a San Carlos, Río San Juan a celebrar la navidad junto
a los Ubau y conexiones pues dentro de las actividades para recrear a la
familia se hizo competencia de remo. Eso
fue en diciembre del 2011 y así estaba el río.
En ese mismo lugar hoy no hay agua, el lago se consumió, se
secó y ahora la orilla es donde está el cachimbon (que es un barco de vapor hundido
que prestó sus servicios durante la época dorada de la ruta del tránsito a
mediados del siglo XIX) Esta es la fotografía del mismo lugar donde estuve en
2011 y mi primo Gerardo Ubau Matamoros, la captó y me la compartió. Como todo
san carleño está alarmado por los estragos de la mano del ser humano.
Tanto que hemos reportado sobre el avance de la frontera agrícola,
para no llegar a los extremos de Haití y ya nos acercamos a esta isla caribeña
que parece tierra arrasada.
Se estima que al año Nicaragua pierde más de 9 millones de árboles
y ahí los factores son varios: el despale, las quemas forestales-agrícolas, por
plagas, pero sobre todo por la mano del ser humano. Esos 9 millones de árboles
es tomando en cuenta una cifra conservadora de 68 mil a 70 mil hectáreas con un
promedio de 128 árboles que se pierden por hectárea en el año.
Leía una publicación de RT Noticias donde se informaba que Haití
podría convertirse en un desierto ya que pierde 15 millones de árboles al año a
causa de las empresas madereras y “la utilización del carbón vegetal como método
de subsistencia” indica este artículo periodístico que llama la atención a la
ONU para que financie otros métodos para producir energía sin que se recurra a la
tala indiscriminada, que dejó solo el 2% del suelo “arbolado”.
Yo no quiero que seamos otro Haití, quiero que recuperemos
toda la capa vegetal que teníamos en la década de los 80 por ejemplo, donde por
la guerra no se devoraban los bosques, estábamos ocupados devorándonos y matándonos entre hermanos. Pero lo indignante es que después que los nicaraguenses alcanzamos la paz, comenzamos a matar a nuestros árboles.
Se habla que tendremos un buen invierno, invito a que todos
sembremos y nos sumemos a jornadas de reforestación en sus barrios, comunidad y departamento. De nuestras acciones dependerá nuestra propia vida.
Según los expertos se necesitan 22 árboles para suplir la demanda de una persona al día y la deforestación pone en riesgo nuestra supervivencia, si no hacemos nada Nicaragua se quedará sin pulmones.
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